30 septiembre, 2008

Héroes

Todas las sociedades de la historia han tenido sus héroes.

Además han ido adaptando el perfil de sus paladines al de los ideales de la cultura que les tocaba vivir. Así la antigüedad tenía héroes que peleaban con dioses, acercándose en su batalla épica a lo que el resto de sus conciudadanos no podían alcanzar.

Las sociedades posteriores encumbraron a soldados. Personas que eran capaces de sacrificios enormes o de acciones fantásticas para vencer a los enemigos y por lo tanto proteger a la tribu.

Los mundos modernos conceden la heroicidad (salvo acciones extraordinarias como un rescate poniendo su vida en peligro, pero esas se olvidan rapidamente) a los deportistas capaces de vencer a los mejores representantes de las tribus cercanas. 

En nuestra piel de toro concedemos ese trato a Nadal, Gasol, el equipo de fútbol, etc. Siempre y cuando ganen, por supuesto, que cuando pierden les llevamos al cadalso con facilidad extrema.

Es una muy buena forma de sustituir violencia por excelencia dentro de la competitividad (algo que parece intrínsecamente humano). No hay muertos, no hay víctimas, tan solo vencedores y vencidos. Dicho de esa forma, se puede concluir que una sociedad cuanto más avanzada es, menos sangre propia y ajena exige a sus héroes.

Pero, como en los comics de Astérix. ¿Toda la sociedad se mueve bajo esas ideas?. No. Lamentablemente no. Aún hay un trozo, un reducto, que promueve como héroes a aquellos que traen sangre y muerte para defender no se sabe bien qué libertades. Así que, bajo la denominación de gudaris, encumbran, ponen nombre de calles o guardan recuerdos eternos a quienes como en la época medieval provocan dolor y muerte en el enemigo.

Mal se construye un futuro mirando de forma continua al pasado.

Sed felices. Nunca cejéis en ese intento.

Mistery.