18 diciembre, 2006

Risto

Decía Aristóteles (alguien a quien universalmente se ha considerado como sabio y no seré yo quien cambie tal idea) que enfadarse en esta vida es sencillo. Lo complicado es enfadarse con la persona adecuada, en el momento adecuado y en el grado adecuado.

Viene a cuento citar al griego tras contemplar ayer en la caja tonta al miembro más famoso de todos los miembros del jurado que la inefable OT haya tenido a lo largo de su procelosa vida. El ínclito y nunca bien ponderado Risto Mejide.

Dejo el espectáculo aparte. Dejo separada también la clara sospecha de que todo está estudiado y me quedo un poco más con el fondo del asunto.

En esta vida, la crítica ha sido siempre motivo de morbo. El "dales caña" ha sido leit motiv en todos los ámbitos, desde las noches de los abrazafarolas de Jose María García en la radio a los días de mitins de Alfonso Guerra en los que daba zapatiesta a diestro y siniestro.

La crítica 'inteligente' conlleva además el sarcasmo. Cierto aire de superioridad hacia el criticado en el que el criticador adopta postura displicente, mira con desprecio a su rival y haciendo gala de acerado sentido del humor no sólo pone mala nota a su trabajo sino que por el mismo precio humilla.

El resultado inmediato es claro. Se produce un triple efecto: por un lado el espectador observa divertido el espectáculo de humillación pública del prójimo, por otro lado el criticado se hunde y pierde confianza en sí mismo, y finalmente, el criticador asciende a los altares del fervor popular como garante no sólo de la sabiduría sino de la pureza de las formas.

Claro, que cuanto más sube en el fervor popular el criticador, más caña se le exige en sus críticas, más ha de imitarse en sí mismo para mejorar su ránking y a la postre deviene en más payaso destructor. Mucho de eso pudimos ver cuando el ya "mito televisivo" Risto intentaba desesperadamente ser cada vez más gracioso y más terrorífico y acabó siendo literalmente un fantoche.

La lástima es que esas actitudes no son exclusivas de los medios públicos. En las oficinas, empresas, grupos, la crítica sarcástica, el aspaviento ante un error ajeno, la contumacia en la humillación son constantes. Los demás suelen contemplar divertidos y los patrones se suelen repetir.

Por eso finalizo mi blog de hoy (prometo intentar ser más constante en mis apariciones) tal y como lo comencé. Es fácil criticar; lo difícil es criticar en el momento adecuado y en el grado adecuado. Lo demás es espectáculo y humillación.

Sed felices, nunca cejeis en ese intento.

Mistery.

3 Comments:

At 11:04 a. m., Anonymous Anónimo said...

MEA CULPA!!!
Sí entono el mea culpa porque reconozco que es muy fácil caer en la crítica fácil a costa del escarnio del prójimo. Más aún cuando se tiene cierta rapidez mental y algo de ingenio.
Pero como casi todo en esta vida, la diferencia estriba y es ahí donde está el meollo del tema en cuestión, en saber estar y medir tus palabras y actos.
A menudo, yo la primera, no somos conscientes de la proporcionalidad en nuestras reacciones.

Tomo nota del compromiso del propietario del blog para no dejar que se vuelva a enmohecer, víctima del abandono al que lo tiene sometido.

Besos mil.

 
At 11:37 a. m., Anonymous Anónimo said...

Ni conozco, ni quiero al personajillo en cuestión.
Pero tanto humilla la actitud fariseica con teatralidad incluida. Como el comentario susurrado, la mirada reprobadora, y la mano directriz.
Doy fé de ello.
(Y como la medicina ha avanzado una barbaridad, encontré una excelente vacuna)
Te envio cariños como regalos.
Lo.

 
At 3:32 p. m., Anonymous Anónimo said...

El problema es que la crítica vende, y vende mucho. Esa tendencia ya se palpa en la blogosfera, donde las páginas más visitadas suelen repartir caña a diestro y siniestro sobre las espaldas de famosos/as que caen en sus garras.

 

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