07 febrero, 2009

Eluana

En Enero de 1992, un terrible accidente de tráfico dejó en coma irreversible a una hermosa joven italiana.

Tras unos años de dura batalla entre la vida y la muerte ésta segunda triunfó de la forma más cruel que conoce; esto es, dejó a la joven en coma irreversible, con daños en la corteza cerebral y sin posibilidad de volver a la vida o no al menos a la vida tal y como la inmensa mayoría de los seres humanos la entendemos.

Los padres de la chica, con el corazón destrozado pero con determinación consecuente, iniciaron los trámites para que su hija y ellos mismos dejaran de sufrir. Pidieron que las máquinas que aún hacen latir un corazón que riega un cuerpo inerte se apagaran para que de ese modo se apagaran a su vez el resto de sufrimientos.

Pero no contaban con el empecinamiento de la iglesia y ahora con la obstinación de ese individuo, por decir algo de él medianamente humano, que dice ser el primer ministro de Italia.

Ahora, el que encumbró al Milán a las cotas más altas del fútbol europeo y a las Mamma Chicho a los altares de los seguidores de las películas de Pajares y Esteso, dice que va a legislar lo que tenga que legislar para que la pobre Eluana, así se llama la chica, continúe con vida.

La Iglesia aplaude la iniciativa y el resto de la humanidad contemplamos esa alianza con estupor, espanto y horror.

Y es que pocos metros más al sur de donde esos acontecimientos se desarrollan, los mismos actores, al menos los que se autodenominan políticos, crean chalets que no son otra cosa que celdas clandestinas fuera de todo control judicial donde interrogan y torturan a aquellos que ellos digan (sin juicio, por supuesto) que son terroristas. Por cierto, dentro de esa categoría incluyen a los inmigrantes ilegales, que por definición o existencia, vaya usted a saber, son criminales, vagos, maleantes y merecedores de la muerte ignominiosa si eso fuese posible (siempre deseable).

Eluana merece tener la muerte que sus padres desean. Italia no merece tener eso que la dirige. Los católicos deberían tener otros objetivos en sus plegarias.

Sed felices. Nunca cejéis en ese intento.

1 Comments:

At 5:09 p. m., Blogger Nuria said...

Y se hizo la luz...



Si yo fuera su madre la desconectaría yo misma...y a ver quién era el guapo que se atrevía a condenarme.

Lo más triste es que estas atrocidades se hagan enarbolando la bandera de la fe.
Una muestra más de la estupidez humana.

 

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