07 abril, 2006

Maltrato aéreo

Volví ayer de uno de mis viajes allende nuestras fronteras, de Londres para ser más exactos, y dado que he vuelto a sufrir (como no) de nuevo el maltrato al que son sometidos de forma constante y continua los usuarios del servicio de transporte aéreo no me resisto a comentar aquí mi hastío.

El día no pintaba tan mal. La reunión que tenía que terminar a las 5 de la tarde, había finiquitado a las 3 y media. Así que raudo y veloz tomo un taxi hacia Heathrow con la esperanza de adelantar mi vuelo, inicialmente previsto para las 19:40 british time (como en Canarias, vamos).

En el mostrador de British Airways basicamente me torearon. Póngase usted en lista de espera, me dijeron muy amablemente. La tal lista de espera es estar de pie frente a un mostrador a la espera de que salga una amable señora que lee la lista de agraciados. Si el antedicho está en la sala, tiene plaza en el vuelo, si no está corre el turno hacia el siguiente. Así que no te puedes mover del mostrador ni para ir al baño.

Dos veces tuve que esperara a la dama (literalmente me meaba) y las dos veces quedé fuera de la lista de elegidos.

Cansado, desanimado y exhausto, con la tarjeta de embarque de mi vuelo de origen pero dos horas más tarde desde mi llegada al aeropuerto, me encamino a la zona de seguridad.

30 minutos de cola para pasar el control!!!. Como lo digo!. El control ahora consiste en desnudarse literalmente. Te quitas el abrigo, la chaqueta, el cinturón, sacas el portátil de su maletín, el movil se coloca en una bandeja especial, las monedas fuera, los bolígrafos también. Vamos, que cuando terminas de pasar por el detector tardas otra media hora para recomponer la figura más o menos.

El avión aparece en el panel con una hora de retraso, así que me siento en la zona de espera tras dar un par de vueltas por las tiendas (dándome cuenta de que menos mal que son duty free, porque si llegan a tener el precio con los dutys esos me saquean la cuenta corriente presente y futura). La zona de espera está llena de restos de comida, de niños corriendo, de japoneses durmiendo y alguna que otra persona sudurosa cuyo olor corporal acompaña al efecto.

Por fin nos podemos acercar a embarcar. La puerta está a unos 15 minutos andando de la zona de espera. Antes de llegar a la puerta,,, oh sorpresa!, otro control de scaner y de nuevo a quitarse el cinturón, el movil etc etc etc...

El avión va completo, así que cuando te reciben en la sala previa al embarque te revisan el equipaje de mano y te quitan la mini maleta que llevas y la facturan (somos muchos, sir, me dicen y hala, me quitan la maleta). Está claro, cuando llegue a Barajas me tocará esperar a la salida del equipaje, si es que sale, claro.

Anuncian que embarcamos, pero nos tienen unos 20 minutos de pie esperando porque pasa no se qué con el lector de tarjetas de embarque.
Tardamos mucho en embarcar porque como somos tantos, se forman aglomeraciones, empujones, malos modos.

En el avión huele mal, hace calor, los asientos son pequeños y el compañero que tengo a mi lado es gigantesco y su brazo se me pega a mis costillas. Como he llegado el último, no tengo sitio para poner el portátil en los compartimentos de arriba y lo tengo que poner a mis pies. El espacio es pequeño y voy con los pies encogidos todo el viaje.

Tardamos una eternidad en despegar, porque hay exceso de tráfico, así que nos pasamos un buen rato en medio de la nada. Mi compañero gigantesco, además de ser uno de los que tienen problemas de olor corporal, se ha dormido y ronca con cierto estruendo.

Por fin despegamos, y nos traen algo para comer. Digo algo por decir algo. Es un mini sandwich de pan rancio y restos de bonito en lata. No hay nada más. No se puede comprar más. Será mi única cena esta noche.

Llegamos a Madrid. A la archifamosa T4. Caminamos unos 20 minutos antes de llegar al trenecito ese que no tiene conductor.

Ya estoy delante de la cinta de facturación. Hay 7 maletas dando vueltas de continuo. A pesar de no ser de nuestro vuelo, todo el mundo las mira con la esperanza de que a la siguiente vuelta se conviertan de forma mágica en su maleta, ya que las verdaderas no hacen acto de presencia.

Por fin, unos 45 minutos después de aterrizar comienzan a salir las maletas y afortunado de mi, encuentro la mía.

Salgo a la calle. A pesar de ser madrugada, hay una cola inmensa para el taxi. La cola es gobernada por dos artistas que en su intento de gestionar la multitud demuestran que la ineficacia se puede conseguir casi en cualquier actividad humana.

Son las dos y media de la mañana. Llego a casa y al pensar que tengo que estar en mi trabajo de nuevo a las ocho, me pregunto a mi mismo.

Si yo tratase así a mis clientes, ¿tendría mi empresa algún futuro?

Sed felices. Nunca cejeis en ese intento.

Mistery.

2 Comments:

At 10:34 a. m., Blogger LARA said...

Pobrecito mi niño, sé perfectamente tu ánimo, tu enfado y esa inequívoca sensación de impotencia. Esa que te dá ganas de ponerte en medio del pasillo y gritar, pero sabes que solo conseguirías que el resto de gente te mirase con cara de alarma, a pesar de que están sintiendo lo mismo.
De todas formas, feliz regreso a casa.

Con Cariño de Lo.

 
At 12:06 p. m., Blogger Unknown said...

Me ha venido a la cabeza, el anuncio publicitario de Viceroy de Enrique Iglesias...jeje
Bueno todo tiene tiene su parte positiva, yo al menos se la he encontrado.
Saludos desde el Sur¡

 

Publicar un comentario

<< Home