27 marzo, 2006

Pepe

Pepe es un hombre simple, sin recovecos y sin dobleces.

Pepe nació en Castellón por casualidad, se crió en Madrid por necesidada y curtió sus primeros años laborales en Valladolid por que fue allí donde tuvo su oportunidad.

Aprendió de la escuela de la vida que ir de frente suele ser la mejor estrategia pero declarar de frente suele ser la peor táctica, así que se volvió un ser reservado pero fiable.

La vida escribe líneas de trazos complejos y Pepe dió con su recién estrenada familia en Azkoitia en aquellos días en que la pujanza industrial vasca reclamaba manos fuertes y entregadas para cumplir sus objetivos.

Sencillo, humilde, honesto. Pepe se integró en aquella sociedad. Sus hijos se integraron en aquel mundo. Descubrió los placeres de la cocina, las excelencias de los paisajes, el sabor del contacto humano agrupado que se ofrece en el norte y se dio de bruces con la violencia de una sociedad partida por culpa de una cuita histórica e histérica.

Pepe ha visto amigos caer víctimas de la Guardia Civil, amigos asesinados con un tiro en la nuca, hijos de amigos encerrados de por vida, amigos de hijos que han tenido que emigrar por ser amenazados.

Cuando preguntaba a Pepe por su opinión, Pepe cerraba la puerta, bajaba las persianas y decía en voz baja: "Qué difícil es tener opinión cuando se vive en el campo de batalla".

Desde fuera las cosas se ven nítidas y claras. Tenemos bien delimitadas las fronteras de lo justo y de lo injusto. Sabemos donde está la razón y la sin razón. Desde dentro, allí donde se cuentan los muertos, los amenazados y los que viven con miedo, las cosas pierden muchas veces su sentido.

Pepe me llamó ayer por teléfono. Me dijo que su paseo matinal por el pueblo había sido el más maravilloso que jamás recordase. "Esta vez sí", me dijo, "Esta vez sí".

Sed felices. Nunca cejeis en ese intento.

Mistery.