23 junio, 2005

Diseños incómodos

En primer lugar pedir disculpas a los lectores del blog por la ausencia de uno de sus escritores durante estos días. Aunque pocas disculpas he de pedir, que las otras participantes alguna perla de su saber y dominio literario han dejado (gracias, chicas).

He estado en Barcelona, preciosa ciudad ciertamente. He estado en un hotel de los más emblemáticos de la ciudad, por su modernidad, su lujo y su emplazamiento. No daré nombres, pero quien conozca la ciudad seguro que sabe a qué hotel me refiero.

Y sí. El hotel es magnífico. Pero a mi modesto entender tiene demasiado 'diseño'. Es algo con lo que me he confrontado ultimamente con mayor frecuencia de lo que sería deseable. Se confunde lujo con diseño vanguardista. Y ¿qué es para muchos diseño vanguardista?. Fundamentalmente formas extrañas y maneras raras de resolver funciones cotidianas.

Así que durante estos tres días me he visto ante luces que no sabía donde tenían el interruptor (y mira que he buscado, pero nada), aparatos de música que se abren cuando pasas la mano por delante (claro, a mí no se me ocurrió pasar la mano por delante), televisiones con mandos a distancia que ni un ingeniero de la NASA, y lo peor de todo... el baño.

Se podría desde luego escribir un libro sobre las mil maneras distintas en las que el ser humano ha resuelto el viejo problema de tirar de la cadena (que mira que es fácil, pones una cadena y ya está). Pues no. Botones, palancas, cerca de la taza, lejos, arriba, abajo, en fin, un master es necesario. Pero la palma se la lleva este hotel. Allá que me voy yo, hago mis necesidades más fisiológicas y al terminar la labor, ¡glups!, ¿donde está el botoncito, cadena o lo que sea????.

Juro que llegué a pasar la mano delante de la taza para ver si también eso era accionado manualmente, nunca mejor dicho. 10 minutos hasta descubrir que había un aplique casi diminuto debajo del recipiente (un artista el diseñador, oiga usted).

Fui a la ducha. Abro la puerta (había una ducha separada de la bañera, vamos, un cuarto para cada una) y me encuentro ante 6 mandos dispersos en varios sitios del habitáculo y como tres sitios de donde aparentemente saldrían chorros de agua. Tres mandos no se movían por más esfuerzos que hiciera. Uno de los mandos hacía que saliera un chorro de agua a la altura del ombligo (fantástica altura para la ducha) y los otros dos se movían pero no pasaba nada. La conclusión final es que me duché con agua hirviendo saliendo el chorro a la altura del ombligo. Eso sí, la ducha toda de mármol rosa de diseño estupendo. Al día siguiente la señora de la limpieza me explicó algunos mecanismos. Y es que hay que abrir primero un grifo y luego accionar no se qué mando y al final tienes una ducha fantástica, pero vamos, sin libro de instrucciones como que no.

Fuimos a comer. Un restaurante tutti-luji. No es sólo que los platos tenían más nombre que un noble vizconde archiduque, sino que las sillas eran incómodas. Preciosas, pero se te quedaba el culo a cuadros. Y. ¿los cubiertos?, !jamás en mi vida he visto un tenedor tan bonito!, pero ¡ay amigo!, el tenedor no pincha, por más que apretaras, el tenedor, erre que erre, más que pinchar la comida la talabraba. Y ¿el cuchillo?, por supuesto no cortaba, ya hubiera sido demasiado, pero es que ¡no servía ni para untar la mantequilla!.

En fin. Mucho lujo, mucho diseño, mucho todo, pero a la vuelta del viaje lo que he hecho es ir a un mesón y comerme bocata jamón con birrita fresca. ¿Será que he perdido todo mi glamour?

Sed felices, sobre todo en las fiestas de San Juan, sobre todo en ese baño a la luz de la luna. Nunca cejeis en ese intento.

Mistery.